Cuando hablamos de español, de castellano, o lengua española, solemos tener esta idea de un idioma de gran extensión, compartido por cientos de millones de personas quienes, gracias a este código común, pueden comunicarse sin dificultades. La lengua común se nos presenta como una cultura en común, una herencia compartida; unas raíces que conectan entre sí a:
Pero se trata de una imagen bien distorsionada. El español que habla la gente hispanohablante en cada sitio difiere siempre del que se habla en todos los demás. La "unidad" del castellano es solo del castellano estándar, aprendido en la escuela; variedad artificial que no es la lengua nativa de absolutamente nadie.
Cualquiere hablante native puede dar testimonio de estas diferencias, que tanto pueden dificultar la comunicación en algunas ocasiones. Las cualidades propias de cada variedad regional o social a menudo se ven tildadas de "errores", como si les hablantes no supieran hablar su propia lengua, que de alguna manera viviría independientemente del uso que se le da, en una forma pura e ideal.
Pero esta concepción falsa no tiene como función principal el permitir la comunicación entre los pueblos. Eso lo podemos hacer nosotres soles sin tener que sufrir años o vidas enteras de que nos critiquen y hasya se nos discrimine por la manera en que hablamos. La única comunicación que facilita la lengua estándar es la unión del conformismo, el negocio, útiles para el poder, y sobre todo para las élites madrileñas.
El español único es vegículo de la hispanidad, esa noción e ideología de que los puevlos que alguna vez fuimos vasallos españoles debiéramos agradecer estas historias nuestras de dominio, explotación y violencia, hacerlas pervivir en nuestro presente: el Imperio Español disfrazado de hermandad, bajo la guía de les monarcas católiques; la colonia y la supremacía blanca, bajo el manto de una estirpe que trasciende razas.